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Gijón: Tentación Gastronómica

Tentaciones culinarias, gustativas.. porque en pocos sitios como aquí la gastronomía se recrea en todas sus formas: pujante, renovada, divertida...

2012-12-05

Autor: Óscar Checa
Publicación: revistaviajeros.com
Fecha: Noviembre de 2011


Tengo la costumbre de visitar lugares acompañado de la música que se hace en cada uno de ellos pero en esta escapada a Gijón el mp3 se me ha olvidado en casa. Así que, recién llegado, una vez alojado y ya en la calle de la ciudad asturiana intento recordar las notas de alguna canción. Y me viene a la mente una estrofa de un tema de Hevia que dice algo así como: “Tengo pan, tengo borona, y en el arca tengo nueces, también tengo calabaces, para ti si les mereces”. El subconsciente ha funcionado, ya que el itinerario que vamos a seguir en este viaje es, en gran parte, gastronómico. Así que, haciendo caso a esos acordes, vamos a intentar merecernos que Gijón nos dé todo lo que esconde, o al menos una parte interesante, en cuanto a la cocina y a los sabores se refiere. Y la mejor forma que se nos ocurre de hacerlo es recorrer cada rincón al ritmo que marca el tiempo fuera de las grandes metrópolis, es decir, pausadamente.

Pero lo primero que descubrimos es que, en realidad, la cadencia de Gijón es cosa del mar, por las mareas que, cuando van, dejan al descubierto un enorme arenal a lo largo de los tres kilómetros de la playa de San Lorenzo, y cuando vienen imponen por la cantidad de agua desplazada, contenida hoy por los muros del paseo que toma el mismo nombre y que acaba de cumplir 100 años. Con sus elegantes farolas y su aire decimonónico, es uno de los lugares más concurridos de la ciudad, sobre todo al atardecer. Y aquí precisamente comienza nuestra introducción gastronómica. Enfrente del paseo está la cafetería Biarritz, una de las tradicionales, conocida por su excelente forma de freír, tanto los churros como les casadielles. Éstos son unos dulces típicos elaborados con una masa de harina de trigo a la que se da forma cilíndrica y se rellena con nueces, azúcar y anís. Y damos fe que los de Biarritz están buenísimos. 

Paseos deliciosos

Estamos siguiendo las direcciones de Gijón Goloso, una propuesta turística que permite descubrir 16 de los establecimientos señeros de la confitería gijonesa. Cada uno de los que forman parte de esta iniciativa propone un producto singular que se puede degustar a cambio de un cupón de una tarjeta que se puede conseguir en las oficinas de turismo. Con ello también se puede ir siguiendo la historia de la ciudad desde comienzos del siglo XX, cuando se fundaron las primeras confiterías por estos lares. La más antigua de las que permanecen aún es La Playa, que abrió sus puertas en 1921. Trece años más tarde se inauguró La Ibense, también toda una institución. Con su zócalo alto de azulejos, esta heladería parece más un rincón del mediterráneo que otra cosa, y es que permanece casi como antaño, cuando Vicente Guillén llegó desde Ibi (Alicante) a trabajar con un heladero (es decir, a transportar el hielo) y acabó fundando su propio negocio. Su especialidad: el bombón con nata, totalmente artesanal y reconocible por varias generaciones de gijonenses por su envoltorio de papel plateado. Tras probarlo, no nos extraña que en verano se formen colas para comprarlo. Coppelia es otra heladería donde se pueden probar auténticas exquisiteces. Sus creaciones se caracterizan por mantener un bajo grado de overrun, que es la cantidad de aire que se le incorpora al helado para darle volumen. Aquí se pueden probar helados de manzana, polvorón o de yogur griego. Pero para originales, los que elabora Pepu en Islandia: fabada, Cabrales, centollo... para no perdérselo. 

La verdad es que todas las pastelerías, confiterías y heladerías de Gijón Goloso son excepcionales. No en balde el consumo de chocolate llegó a ser tan elevado en la zona que el puerto de El Musel se situó, a mitad del siglo pasado, como el lugar del país donde más cacao desembarcaba. Este producto es lo que salta a la vista en La Casa del Chocolate, donde Tino Helguera, uno de los grandes reposteros de nuestro país, junto a su hijo Sergio, ofrecen tartas Óperas, Charlotas o Tres Chocolates para chuparse los dedos. Y también en Gijón está otro de los reyes del dulce, Julio Blanco, en el primer establecimiento de Pomme Sucre, que ya tiene sus réplicas en Avilés, Oviedo, Albacete y Madrid. Artesanales pero con una gran creatividad y reuniendo las últimas tendencias de la pastelería europea, las creaciones de este maestro conquistan a cualquier visitante, tal como ya lo hicieran con los lugareños. Alejandra, su mujer y socia, nos prepara algunas delicias, entre ellas el Amagüestu, un pastel elaborado con masa sablé y relleno de un guiso de castaña con mermelada de sidra dulce. Teniendo esto delante no es para hablar mucho, pero entablamos conversación con una amiga de Alejandra, Ana Corcovado, que ha diseñado la zona del antiguo obrador, reconvertido en rincón de la cocina para merendar. Es restauradora y sus propuestas de mobiliario con un punto retro para este espacio hablan de la creatividad que puede respirar esta ciudad también más allá del plano gastronómico. 

Todos los sabores

Dejamos de momento las tentaciones de Gijón Goloso con la intención de hacer una visita a uno de los lugares que todo viaje gastronómico debe contemplar: el mercado. Uno de los más céntricos es el Mercado del Sur. No es muy grande pero tiene encanto. En los puestos de la parte de abajo se pueden encontrar productos típicos y de calidad como las fabes (con variedades como la mandilín, la verdina, la canela, la granjillas, la amarilla asturiana, la granja, que es la que se utiliza para la fabada, etc.), los compangos, cabrales, sidra, pescado fresco... En la parte de arriba, las aldeanas siguen viniendo a vender los productos recién cogidos de sus huertas en el denominado Mercado de Aldea. Son pocas pero mantienen el espíritu de los mercadillos de toda la vida. Eulalia (o Lala) es una de las más dicharacheras. Nos habla de la historia de este lugar y se plancha las arrugas del delantal cuando le pedimos que pose para la cámara, a la que mira con unos ojos azules y espabilados mientras nos sirve unos fréjoles amarillos, típicos de Asturias.

Al salir del mercado nuestros pasos nos conducen casi por inercia hasta el puerto deportivo. A la derecha, el Palacio de Revillagigedo, también llamado del Marqués de San Esteban, atrae la atención. Convertido en el Centro Internacional de Arte Contemporáneo, es uno de los emblemas de la ciudad. Es el edificio que recibe a los visitantes cuando se adentran en Cimadevilla, el viejo barrio de pescadores denostado y poco recomendable hace unas décadas, pero resucitado después y lleno de vida, sobre todo al caer la tarde y los fines de semana. La Cuesta del Cholo es el pintoresco punto de reunión para echar los primeros culines de sidra y en el resto de calles se alternan bares, tiendas de diseño, restaurantes y galerías de arte. Arriba del todo, una gran explanada verde y el mar... y el Elogio del Horizonte, la escultura de Chillida que se ha convertido en el símbolo de Gijón.

Otro de los símbolos es la La Laboral Ciudad de la Cultura, uno de los mejores ejemplos de la evolución de esta ciudad y su apuesta por la modernidad. El enorme edificio, que fue la sede de la Universidad Laboral de Gijón, acoge hoy la Radiotelevisión del Principado de Asturias, el Centro de Arte y Creación Industrial LABoral y la Escuela de Arte Dramático y Profesional de Danza, entre otras instituciones. Aquí tienen lugar conciertos, exposiciones vanguardistas y todo tipo de manifestaciones culturales. Y muy cerca, un lugar donde también se puede conocer otras facetas gijonesas, a saber, su clima, sus plantas, sus árboles, su paisaje natural. Es el Jardín Botánico Atlántico, un destacado enclave especializado en la flora y la vegetación de los territorios atlánticos. 

De bon palu

Con estos paseos se nos ha abierto el apetito, así que cogemos el coche rumbo a Casa Trabanco, uno de los mejores restaurante sidrería del concello, que se encuentra a unos siete kilómetros del centro, en plena sierra, en la localidad de Lavandera. Eva y Yolanda llevan hoy el negocio que iniciaron a principios de los años 80 sus padres Samuel Menéndez Trabanco y Toñi Olmo. Por este lugar rodeado de manzanos y bosques circuló en su día el ferrocarril que llevaba el carbón desde las cuencas mineras del centro de la región hasta el puerto de Gijón. Los pitidos de las locomotoras han dejado paso a las risas de amigos reunidos en este restaurante de mesas corridas donde se acaba compartiendo cantos y conversación. La cocina, tradicional, con productos de calidad, con guiños a platos típicos del País Vasco, pero también con algunas propuestas de nueva tendencia. En cualquier caso no hay que dejar de probar las croquetas de Cabrales o los calamares en tempura, por ejemplo. Y entre bocado y bocado, un culín de sidra, claro. Trabanco tiene su propio lagar y forma parte de la Ruta de la Sidra Gijón. Este producto turístico integra a restaurantes, lagares, sidrerías, merenderos, comercios y otros establecimientos como el ya citado Jardín Botánico Atlántico, donde se puede aprender todo sobre los manzanos y la forma de hacer la sidra, o los centros de tratamientos de estética con manzana y sidra, como el Palacio de la Llorea o Talaso Poniente. 

De septiembre a diciembre es el momento de la mallanza, la época en que se hace la sidra. Visitar un lagar en estos días es espectacular. Los enormes toneles de roble o castaño de 30.000 litros impresionan y el olor a la fermentación del jugo de la manzana embriaga. Hay todo un mundo y un ritual, como en el entorno del vino. Aquí, por ejemplo, recordar que la sidra se bebe por culines (una pequeña dosis en el vaso), compartiendo vaso, de un trago y se tira si sobra algo por el mismo lado por donde se bebe. Y si os gusta, os podéis ir introduciendo en el asturianu con expresiones como ye de bandera o tien bon palu. 

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